Pisiga Carpa, el poblado aymara que lleva el peso de la migración irregular

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Pisiga Carpa, el poblado aymara que lleva el peso de la migración irregular

“Qué va a ser de Pisiga Carpa, este pueblo ya no puede más”, reclama la vecina Delfina García Choque. Su queja es un lamento compartido por los habitantes de esta localidad, debido a que limita con la frontera boliviana y desde el 2019 ha asumido la llegada de las externalidades del fenómeno migratorio.

En una casa al costado de la Plaza de Armas de Pisiga Carpa, Vilma Colque Flores examina cómo era su vida antes del fenómeno migratorio. “Era tranquilo, tu vivías tranquilo dejabas los patios abiertos, cerrabas tranquilo, dejabas abierto ibas a ver tus ganados, ibas a tu chacra y te encontrabas lo mismo, pero ahora no, hay que dejar con llave”, afirmó.

Dice que también tuvo que colocar candado a la sede social, donde los aymaras realizan algunas de sus “costumbres”, ya que fue tomada por decenas de migrantes que hacían sus necesidades dentro, lo que se replica en los espacios públicos de la localidad.

“Ws tanta gente que viene. No hay baños públicos acá, hacen por ahí en rincones en la plaza, por ahí detrás de los basureros y ese olor con la lluvia quienes está soportando ese olor aquí, los que vivimos aquí”, denunció.

Unas casas más allá, un poblador que no quiso dar su nombre testimonia que se siente afectado por el tránsito y estadía temporal de los migrantes irregulares. “Este pueblo está abandonado, al final no hay quien le proteja, tengo que tener cerrado, ellos se entran cualquier rato. Una persona viene a pedir algo y nosotros le damos a esta persona, pero después aparecen más en grupo y amenazándonos y diciéndonos –si no nos da, bueno vamos a invadir su casa”, aseguró.

Comparte con sus vecinos que el fenómeno migratorio cambio sus vidas debiendo cerrar sus casas para evitar los robos. Denuncia que muchas calles están atiborradas de migrantes y de buses que ofrecen servicios de traslado a otras comunas y que ya no se puede transitar por ellas. Considera que el gobierno debe conocer la realidad que ellos como chilenos deben soportar en la frontera.

“Creo que cómo gobierno deben abrir la frontera para que pasen como corresponde, pero qué pasa con esta gente que pasan por al lado, no sabemos cuanta gente pasan enfermos… yo no entiendo al gobierno dice que nos cuidemos pero aquí esa gente al final se pasea como Pedro por su casa… creo que el gobierno debe ver por su gente, primera ver en qué situación estamos como chilenos”, añadió.

Antes que los estados de Chile y Bolivia fijaran sus límites, los aymaras caminaban sin restricciones, costumbre que mantienen hasta hoy. En el lado boliviano está Pisiga Bolívar, donde aymaras chilenos compran productos básicos, debido a los precios y a que el mercado más cercano en Chile dista a más de 200 kilómetros hacia la costa.

Los habitantes acusan que tanto militares como Carabineros controlan a los nacionales tanto en la salida como en el ingreso al país, no así a los migrantes irregulares, empeorando su calidad de vida.

“Un día me mandaron (militares) junto con los venezolanos que me vaya a dar vuelta, por abajo (bofedal), cuando estaba con lluvia y el río está abundante, teníamos que meternos al agua para pasar. Yo le decía -Mira jefe, yo soy de Carpa, tengo mi carnet, yo estoy yendo a compra unos víveres pa’ ya al frente y vuelvo.- -A mí no me importa, así que váyase para allá abajo.- Es difícil vivir acá”, narró Vilma.

El desvío del tránsito de los migrantes por el bofedal de Pisiga Carpa ha contaminado este lugar. “Tenemos el problema de la contaminación de basura y muchos galones desechables, (botellas), donde están pasando los amigos venezolanos. Mira por dónde pasan, por el bofedal… y cómo van a comer los animales, por eso ya no hay animales, se están retirando los llamos, ya no quieren comer porqué ya están pisoteados todo lleno de basura”, denunció Celia Challapa Challapa.

También sostuvo que los maderos de kilómetros de cercos desaparecieron, afectando a la ganadería y a la agricultura. “El cerco que teníamos desapareció, no sé quiénes se llevaron el cerco, solo quedaron las mallas, también arriba teníamos sembríos de quinuas se perdieron los palos, y nosotros hemos pillado a los amigos venezolanos por el frio los sacan para calentarse y hacerse una fogata”, detalló.

Durante la semana, el equipo de profesionales del municipio de Colchane destinado al desarrollo agropecuario atendió una cría de llama, de Delfina García, que fue atacada por un perro que ingresó junto con un grupo de migrantes.

“Estos ataques se están haciendo común, hemos atendido a otros animales por mordedura de perros que acompañan a los migrantes”, indicó la funcionaria municipal, Yissel Choque Condore.

En el bofedal, muchos migrantes han perdido la vida, debido al frío y a la desorientación. Esta área es surcada de arroyos profundos y corrientosos, con una temperatura que bordea los cero grados.

El alcalde de Colchane, Javier García Choque, comparte el análisis de los pobladores de Pisiga Carpa, en cuanto a abrir el Complejo Fronterizo.

“No tienen sentido cerrar la puerta y tener las ventanas abiertas”, reflexiona García. Cree que la medida devolvería la tranquilidad a los pobladores.

“Habría un mejor control de quienes ingresan y mitigaría el impacto de quienes cruzan por el bofedal, tanto por su seguridad como por el bien de los pobladores de Pisiga Carpa, quienes han asumido todo el golpe del fenómeno migratorio. Espero que el gobierno sea empático con ellos y apure en darles una solución que hasta la fecha no existe”, concluyó el alcalde.

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