Venezolanos a la espera de un vuelo humanitario

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Eleonor Oviedo Castillo / Agencia Uno

Alejandro Parada, tiene 44 años, llegó a Chile hace un año y 4 meses, en búsqueda de un futuro mejor. Asegura que en pocos días pudo conseguir un empleo que le permitió pagar arriendo y servicios básicos y ahorrar un poco. Sin embargo, meses después ocurrió el estallido social por lo cual sus ingresos disminuyeron y, cuando se recuperaba, se confirmó el primer caso de COVID-19 en el país y con ello llegaron las medidas restrictivas que le impidieron trabajar.

“Cuando pasó lo del estallido social, afectó un poco, pero yo seguí trabajando igual, percibiendo. Pero posteriormente la pandemia si me afectó mucho porque perdí los empleos”, manifestó, refiriéndose especialmente a su labor como garzón, cuyas propinas eran una importante fuente de dinero.

Parada pasó a integrar la lista de cesantes de la nación. Con sus ahorros sólo pudo pagar un mes más de arriendo. Al verse sin recursos y en peligro de quedarse en la calle, tomó la difícil decisión de ir a acampar frente a la Embajada de Venezuela en Chile, ubicada en la comuna de Providencia, para solicitar un vuelo de repatriación, tal como prometió el gobierno de Nicolás Maduro.

El hombre asegura que estuvo al menos 45 días en el lugar, durmiendo a veces a la intemperie. Pero no estuvo sólo, precisó que al principio eran 13 personas, luego se sumaron entre 600 y 1000 ciudadanos que esperaban regresar en estos vuelos, de los cuales sólo salió uno.

“Nunca nos imaginábamos que se iban a ir así los del aeropuerto. Porque lo planeado era dormir el primer día ahí. Pero ellos llegaron a irse los más que pudieron por los grupos…Todos los que se llegaron a enterar…No sabía que se iban a quedar durmiendo en el aeropuerto”, detalló sobre los que pudieron regresar tras hacer presión en el Aeropuerto de Santiago, donde llegó un avión de la línea del gobierno venezolano: Conviasa.

Alejandro, continuó pernoctando noches en la sede diplomática, hasta que decidió irse a uno de los tres albergues ofrecidos por las alcaldías de Providencia y Recoleta, como una solución para darle techo y cobijo a este grupo de ciudadanos, a pocos días de la llegada del invierno.

Parada detalló que la convivencia en el lugar fue “difícil debido a que había mucha gente que sufría de depresión, ansiedad, mujeres con niños, embarazadas. Tú ves ahí a los niños jugando, no pueden salir, no pueden recibir visitas. Es como estar en un penal, pero sin haber cometido un delito”.

Además, señala que después de 15 días ahí, ya no veía posibilidades de regresar en “un vuelo, ni veía nada claro. Creo que se había desvirtuado un poco lo que habíamos logrado en Bustos(sede consular de Venezuela), porque la presión estaba allá para la Embajada. Pero un albergue con techo y alimentos, el Gobierno jamás se iba a preocupar de nosotros como es”. En consecuencia, decidió conseguir nuevamente un empleo y arrendar una pieza, para lograr reunir nuevamente y regresar cuando las condiciones estén dadas.

“Siempre al gobierno se le solicitó un vuelo humanitario, de regresar. Pero obviamente no se dio porque no fuimos tampoco muy escuchados en la Embajada en ese tiempo del segundo vuelo, parece que se congeló las negociaciones y el embajador no dio una respuesta nunca”, apuntó.

Quien también espera por una respuesta del gobierno de Maduro, es Leyal Sánchez, madre venezolana que junto a sus dos hijos se quedó varada en Chile tras el cierre de las fronteras por el coronavirus.

Leyal, junto a su esposo y sus hijos menores de edad, llegó al país en abril de 2018. Tomaron la decisión de regresar por varias situaciones que vivieron en suelo chileno, entre ellas, la disminución de sus ingresos debido a los acontecimientos sociales y, especialmente, por la pérdida de su último hijo, quien sólo vivió una semana, tras sufrir de una enfermedad que no fue detectada a tiempo durante el embarazo.

Su esposo, pudo retornar porque tenía comprado su boleto para “el primero de marzo, yo viajaba el 31 con mis dos hijos y quedé aquí varada y sola”. La mujer explica que 10 días antes de partir entregó el departamento donde vivía y fue hospedada por unos amigos, donde se quedaría hasta irse. Pero las dos semanas se han convertido en cinco meses, por el cierre de fronteras en Chile, Panamá(escala) y Venezuela.

“A uno le da vergüenza, o sea. Por más que sea, tenías un propósito de dos semanas y ya van cinco meses, y no sabes cuánto tiempo más va a durar esta situación”, señaló.

La joven madre señala que sus hijos sufren lo ocurrido. Aunque todos los días hablan con su papá “a veces lloran, sobretodo el más pequeño que es muy apegado a su papá. Está desesperado y siempre me dice: ‘Mamá por qué no nos vamos, vámonos en el avión’”.

Sánchez, explica que junto a ella hay 198 personas, que esperan que el gobierno de Nicolás Maduro les permita ingresar a Venezuela en un vuelo humanitario. Enfatizan que en este caso no es repatriación porque tienen sus pasajes comprados, sólo esperan que otorguen los permisos e, incluso, están dispuestos a costear la cuarentena preventiva que deben realizar al llegar.

“Han salido vuelos de Venezuela para acá para Chile. Han traído ciudadanos chilenos y venezolanos que tienen residencia aquí…Así como ellos hacen la comunicación para poder traer de Venezuela para acá para Chile, hagan también la comunicación para que nos podamos devolver a nuestro país”, sostuvo.

La mujer señala que han ingresado cartas a la Cancillería chilena, a la oficina consular de Venezuela, a organismos internacionales de protección y ayuda a los migrantes, pero aunque las reciben, la respuesta es que hasta que no abran el espacio aéreo en su país, y permitan el ingreso de su vuelo, no podrán salir.

“Hemos entregado carta, los listados. Nos dan la cara, nos dicen que están trabajando en un vuelo, pero no tenemos fechas, no tenemos estimado”, apuntó.

Cada semana, decenas de estos pasajeros se acercan hasta la Embajada de Venezuela en Santiago para exigir una respuesta. “Que le permitan a la aerolínea ese permiso de aterrizaje, que nos deje a nosotros llegar a nuestra casa”, insisten. Algunos han evaluado la posibilidad de irse caminado o por caminos verdes, sólo quieren llegar.

Leyal, Alejandro y cientos de venezolanos no pierden la esperanza de volver. Por un lado, la madre venezolana asegura estar “desesperada por estar con mi familia, para terminar como de asumir todo lo que me pasó”.

Por su parte, el hombre de 44 años, lo único que quiere es regresar a su casa y rehacer su vida cerca de los suyos. “Algún día llegaré y podré estar con mi madre y con mis familiares allá. Dios mediante”, concluyó.

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