Los meses más difíciles para la Pérgola de las Flores

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Los meses más difíciles para la Pérgola de las Flores

La comuna de Independencia está en cuarentena desde el 24 de abril y los floristas del tradicional sitio han intentado renovarse para sobrevivir estos meses, alguno a través de la venta por internet. Hay quienes esperando la vuelta a la normalidad, mientras otros no regresarían al lugar y existe el temor de un cierre definitivo.

Martín Cifuentes F. / AgenciaUno

La Pérgola San Francisco, en Independencia, alberga a casi 60 familias. Alrededor de 120 personas. Desde el 24 de abril la comuna ha estado cuarentena y, desde ese entonces, el recinto no ha podido abrir al público. “Las ventas habían bajado con el estallido social, porque tuvimos restricciones con los matrimonios, en las empresas ya no nos pedían nada, ni para los nacimientos, defunciones o cumpleaños. Entonces, he perdido el 100% de mis ganancias desde abril”, dice Juana Vilches (51), presidenta de los floristas de la pérgola.

Vilches, junto a los demás trabajadores del lugar, tienen una vida dedicada a las flores y una historia de generaciones vinculadas al sitio. Ella es quinta generación por parte de su madre. Lo mismo su marido. “Aunque uno haya estudiado y todo eso, igual se siente un arraigo hacia las flores, porque la familia llama”, dice ella. Desde abril pasado no ha ido a trabajar a la pérgola, por las restricciones impulsadas por el gobierno y autoridades. “Desde esa fecha estoy en mi casa y lo mismo varios de mis compañeros. En este momento, algunos están trabajando, pero a la mala, porque de verdad es así. Son alrededor de cinco familias, pero es porque lo necesitan”, reconoce la dirigente.

Con la cuarentena en la comuna, dice, también han perdido temporadas que, en otros años, han sido clave para generar ingresos. “Es primer año que, del tiempo que llevo, no he podido trabajar para el Día de la Madre. Y para esa fecha no tiene sentido que el gobierno haya autorizado al terminal de flores para vender y a nosotros, los minoristas, nos hayan cerrado las puertas”, acusa Vilches, que durante estos meses se ha mantenido vendiendo sandwiches los fines de semana junto a sus hijos.

Previo a la llegada del COVID-19 a Chile, los cálculos indican que ella podía vender de $20 mil a $30 mil diarios. “Pero con eso hay que pagarle al maestro, al ayudante y, a la vez, juntar dinero para volver a comprar flores para seguir trabajando”, complementa Juana Vilches. Con respecto a las pérdidas, dice que para el Día de la Madre se podría haber invertido $100 mil y haber ganado el doble. “Era el día en que nos podríamos haber salvado”, afirma la florista, que complementa que en un mes pueden vender $500 mil, pero solo son $250 mil de ganancias. “La persona que trabaja el día a día, si no lo hace, no genera ningún ingreso”, agrega.

Con el plan paso a paso, anunciado por el gobierno durante estos días, creen que podrían volver a la Pérgola durante agosto. “Pero eso no significa que nosotros, al volver a trabajar, se nos vaya a mejorar todo, porque no sabemos si va a resultar o si la gente va a salir. Porque igual la gente como yo, que tengo miedo de contagiarme y llevo meses guardada, pienso… si salgo y me contagio, ¿Habrá valido la pena esperar?”, reflexiona Juana Vilches.

Temor al cierre

Hugo Segovia (64) es la segunda generación de su familia dedicada a las flores. De eso, dice, lleva seis décadas en el área y que este período ha sido uno particularmente complicado. Durante este tiempo ha tenido que salir a trabajar a la Pérgola. “Ha sido muy difícil y doloroso, porque detrás de mí hay otras personas. Tengo nietos, hijos y, prácticamente, soy el que lleva el buque. He tenido que ver cómo arreglármelas. Pero lo he hecho con harto cariño, porque he notado que hay mucha gente que necesita de nuestros servicio”, cuenta él.

Respecto a las pérdidas durante este período, Segovia dice que “es imposible sacar la cuenta”. “Es muy variable el sistema. Con las puertas cerradas, la gente pasa y dice ‘está cerrado, no hay nadie’. Y no me caliento la cabeza. Dejo cerradas las puertas y me quedo adentro del local. Si llaman, salgo y pregunto qué necesitan”, comenta él, y luego agrega: “Hemos hecho las cosas con harto respeto y precaución, con alcohol gel en la entrada y usted encuentra a las personas que tienen que estar aquí no más. Esto no es un pasadizo. Y viene la persona a retirar su arreglo, no a comprar a elección”.

Para mantener el distanciamiento social, han optado por realizar envíos a través de aplicaciones, como Uber o incluso con taxistas. Sobre este mismo punto, Juana Vilches dice que “el problema es que a la mayor parte de la gente le gusta ir, elegir y ver. Son los de menos los que te piden y confían en ti que vas a mandar las flores que están comprando. Si no, ellos mismos llevar las flores y que tú hagas el arreglo”. También existen quienes no compran las flores “por el miedo a contagiarse, porque igual esto es una cadena. No puedo saber si el que me vende a mí, el productor, sus flores vienen con el bicho” y que, tras haberles hecho pedidos, los cancelan por temor. Dice también, por ejemplo, como los matrimonios no se están haciendo “no hay novia que lleve un ramo” y que en las clínicas tampoco están recibiendo adornos florales para recién nacidos.

Segovia afirma que existe temor al cierre definitivo. “Si seguimos así y esto no termina y se activa el sector comercial, desapareceremos. Pero es porque la gente tiene otros compromisos fuera de venir a comprar flores”, dice el florista. “Esto no puede morir. Estamos decayendo, pero tenemos que buscar alguna forma de poder levantarla, ya sea por intermedio de nosotros mismos, hacer cosas que sirvan o que llamen la atención”, añade.

Además, comenta que hay compañeros suyos que no están asistiendo a la Pérgola, pero que continúan con los arreglos florales y realizando ventas por Internet. “Ese es el sistema que cambió aquí, y hay muchas personas que no van a volver, porque ya no quieren este sistema. Les ha ido mejor en una página y por eso dijeron que no volvían”, afirma Segovia, sobre unas cinco familias que no regresarían a sus locales. “Mientras viva y siga siendo presidenta, voy a luchar hasta mi última instancia para que nuestra pérgola no sea cerrada”, dice Vilches, quien afirma deberían haber seguido trabajando normalmente por el contexto del COVID-19. “Porque cuando la gente fallece, ese minuto es solamente para pensar en esa persona que parte y que no se vaya sin sus flores. Es triste ver un funeral sin flores y, cuando te vas con ellas, al menos lo haces sabiendo que alguien te quería”, agrega la dirigente.

¿Tiene miedo al contagio? “Aquí ha andado todo bien. Se ve por las personas que llegan con sus trajes de astronautas y les respeto ese temor. Porque también siento miedo, porque sé que en cualquier momento me puedo contagiar. Pero qué le voy a hacer, si mi familia depende de mí. De nadie más”, dice Segovia. “Que no nos hayan tomado en cuenta para nada es lo que más me tiene molesta. Porque cuando a nosotros se nos ha pedido ayudar en rendir homenaje a algún político, periodista o quien sea, tenemos la disponibilidad. Pero aquí no existe la clase media, somos todos pobres”, cierra Vilches.

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