La difícil labor de la olla común en el campamento Manuel Bustos de Viña del Mar

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María Medina es dirigenta del comité Bellavista y encargada hace dos meses, cuando ya la pandemia de coronavirus había comenzado, del primer comedor solidario que se organizó en el sector norte del campamento Manuel Bustos en Viña del Mar.

Esta vecina recuerda que partieron solo con un saco de papa, otro de cebollas y cinco kilos de carne molida. “Hicimos una carbonada para 80 almuerzos”, relata sobre su primera preparación. Sin embargo, esa cantidad del inicio debió aumentar llegando a repartir actualmente cerca de 250 raciones.

La dirigenta social señaló a AgenciaUno que “empezamos a ver que nuestros vecinos ya estaban cayendo en depresión, que no estaban teniendo para comer”, por lo que decidió organizar esta idea junto a un equipo de 12 voluntarios y voluntarias que entregan comida los días lunes, miércoles y viernes.

Este campamento es conocido por ser el más grande de Chile con más de 5 mil personas viviendo en precarias condiciones que se han acentuado producto de la cesantía que afecta al país, pero que pega más fuerte a estas 1.250 familias principalmente porque mantienen sus hogares con trabajo independiente informal o en el comercio ambulante.

Sumado a lo anterior, la entrega de cajas de alimentos por parte del Gobierno aún no se ha hecho en su totalidad y las que ya llegaron fueron repartidas con una gran descoordinación. Además, se han generado problemas para poder recibir los bonos de emergencia a raíz de diferencias en las fichas sociales que aún no tienen solución.

El comedor solidario Bellavista es una de las tres organizaciones que realizan el trabajo de entregar platos de comida a los vecinos de este campamento histórico de la ciudad jardín. Si bien han estado recibiendo ayuda de bastante gente y se han realizado campañas para mantenerlo abierto, el alimento siempre escasea y cada día es un desafío saber de qué dispondrán para abastecerse.

La dirigenta pide destacar el apoyo constante, tanto espiritual como económico, que han recibido desde el principio de la iniciativa del sacerdote Marcelo Catril, quien “nos ayuda con las verduras, se consigue pollo, harina. Hasta se consiguió que nos vinieran a dejar un horno industrial con el que vamos a hacer pan amasado”.

Medina explica que la manera de distribución es que una persona por familia vaya a retirar con su olla la porción de comida que necesitan dependiendo de la cantidad de habitantes de cada casa. “Tenemos familias grandes de 8 y hasta 12 personas”, agrega.

“Espero que la gente nos pueda venir a ayudar o apoyar, porque cada día es un dolor de cabeza de saber si la siguiente semana vamos a tener para poder dar comida. Las donaciones son siempre bienvenidas porque todo sirve”, señala la dirigenta que se puede encontrar en su Facebook ‘María Medina Carrasco’ para contactarse con ella y ayudar con esta importante obra.

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